MANTENIENDO VIVO EL ESPIRITU HUMANOOct 26, 2025
A medida que el término “incel”, que se refiere a alguien célibe involuntario, se ha vuelto cada vez más popular en la última década, las comunidades incel en línea presentan una tendencia cada vez más peligrosa para Canadá y otros países occidentales. El término ha evolucionado para describir de manera más amplia a los jóvenes varones enojados que alimentan el discurso antifeminista en línea, marcado por la sensación de tener cierto derecho sexual sobre las mujeres y la misoginia. La retórica e influencia incel se manifiestan cada vez más en delitos de género y violencia ejercida por hombres hacia las mujeres, mostrando la preocupante progresión de comunidades de odio virtuales a la creciente amenaza de la violencia real.
El aumento del odio hacia las mujeres promovido por la retórica incel se ha vuelto inmensamente popular entre los jóvenes que han experimentado rechazo romántico. Si bien estas opiniones, radicalmente excluyentes, solían limitarse a foros marginales de internet, en los últimos años ha habido un repunte del discurso de odio en plataformas más amplias. Tras el auge de la política populista de extrema derecha en 2015, que buscaba señalar y culpar a ciertos grupos por los problemas sociales, el gobierno canadiense informó de un aumento del 600% en los discursos de odio en línea en solo un año.
Las redes sociales se han convertido en un hervidero donde jóvenes simpatizantes de la ultraderecha se solidarizan contra las mujeres, ofreciendo un espacio para expresar frustraciones y culminando en un intercambio creciente de pensamientos misóginos que terminan normalizándose. Esta nueva era de odio en línea se ha galvanizado en las comunidades incel, impulsando su crecimiento y una influencia sin precedentes, que continúa adoctrinando a la juventud actual.
Un aumento de “influencers masculinos”, que difunden contenido ideológico antifeminista dirigido a chicos, ha desempeñado un papel crucial en convencer a los jóvenes de que la sociedad les ha robado lo que se merecen. Figuras notorias como Andrew Tate, quien publica contenido en redes dirigido a hombres y niños, y llama a la violencia contra las mujeres, se han convertido en modelos a seguir para muchos jóvenes incels. Tate, aunque enfrenta cargos por violación y trata de personas, es admirado por su retórica sobre el supuesto derecho de los hombres a la dominación. Al presentar el éxito romántico como la explotación de una supuesta sumisión biológica de las mujeres, Tate recurre a un discurso profundamente misógino. Su contenido ofrece a los chicos una visión del mundo donde sus fracasos románticos son producto del feminismo moderno y donde, para tener éxito, deben combatir ese feminismo y la igualdad que este brinda a las mujeres. Jóvenes impresionables han tomado estos mensajes como un llamado a acosar y afirmar su dominio sobre las mujeres, representando un serio desafío para el desarrollo masculino. En las aulas, estos estudiantes repiten activamente consignas de supremacía masculina, desvalorizando tanto a sus compañeras como a las profesoras, y generando un riesgo significativo de seguridad.
A medida que estos jóvenes construyen comunidades que los animan a descargar su ira en los objetos de su frustración, en este caso las mujeres, surge una peligrosa tendencia hacia la “retribución” violenta, que marca un giro alarmante del odio virtual a la agresión física. Las cámaras de eco en línea, donde las creencias antifeministas son confirmadas y validadas por otros miembros, pueden transformar pensamientos dañinos en acciones peligrosas. Interiorizar la idea de que los hombres tienen derecho a tomar lo que quieren de las mujeres, a quienes culpan de sus problemas, abre la puerta a un extremismo listo para la acción. Cuando estas ideas se refuerzan en comunidades incel en línea, continúan acumulándose hasta que su vía de escape puede ser la fuerza física.
En Canadá, los problemas de ciberodio inevitablemente se traducen en violencia. Los delitos de odio motivados por el sexo y el género aumentaron en más del 700% entre 2015 y 2022. Estudios sobre tendencias criminales incel muestran que su compromiso con la ideología antifeminista justifica la violencia desde su perspectiva, permitiendo que su victimismo percibido se convierta en la deshumanización y demonización de las mujeres. Esta percepción alterada facilita que los agresores escalen hacia la violencia, ya que para ellos se vuelve moralmente permisible, e incluso necesaria. Con el objetivo de recuperar el control tras su supuesta pérdida, estos jóvenes recurren a extremos radicales con el respaldo de las redes sociales. Esta progresión extremista quedó evidenciada en el atentado con una furgoneta en Toronto en 2018, perpetrado por un autoproclamado incel, que apuntó contra mujeres y dejó 10 personas muertas. Desde entonces, la Policía Real Montada de Canadá, ha informado una proliferación de este tipo de riesgos extremistas, donde niños y jóvenes representan una fuente de amenazas serias de violencia inspirada en incels, derivadas del radicalismo en redes sociales y la inspiración de agresores anteriores.
Aunque los incels han sido considerados tradicionalmente “lobos solitarios” que ejercen actos aislados de agresión, su red virtual de co-conspiradores actúa como un mecanismo de incitación comunitaria. Aunque sus luchas se refieren principalmente a la soledad y el rechazo, el paso del sentimiento a la acción violenta está en última instancia alimentado por sus comunidades de odio.
El odio en línea se descarta con demasiada frecuencia como un desahogo aislado, desconectado de la realidad, pero las tendencias en Canadá y en el mundo muestran que estas interacciones virtuales son peldaños hacia la violencia real contra mujeres y niñas. A medida que las redes sociales permiten el crecimiento y arraigo del odio de género, los niños son adoctrinados en la violencia y se convierten en perpetradores, mientras que las niñas podrían no tener la oportunidad de crecer del todo. Para entender el aumento de la violencia masculina, es importante observar a las comunidades en línea que la alimentan.
Los niños necesitan modelos masculinos idóneos y comunidades que fomenten su confianza, pero no a costa de las mujeres y las niñas. A medida que buscan hombres a quienes admirar, los varones deben modelar salidas emocionales saludables, comunicación abierta y respeto hacia las mujeres. Las comunidades de odio en línea se aprovechan de los jóvenes vulnerables, una tendencia que solo puede frenarse con un alejamiento de la cultura incel dentro de estas comunidades. Para que este ciclo de violencia se desacelere, los hombres deben unirse a la lucha y alzar la voz contra sus fuerzas impulsoras, forjando un nuevo camino más allá del odio virulento y hacia la igualdad de género.
Finesse Lunsky es estudiante de pregrado en la Universidad de Ottawa (Canadá), especializada en Ciencia Política y Estudios de Conflicto. Es una estudiante destacada y cuenta con experiencia variada en promoción política gubernamental y no gubernamental. Tiene un interés particular en el derecho, la polarización política y las dinámicas de género en contextos de conflicto. Su experiencia se centra en la justicia transicional y en las aplicaciones interseccionales del pensamiento político. Finesse es editora senior de Politika, una publicación académica bilingüe de la Universidad de Ottawa que cubre diversos temas de investigación y opinión política. Como defensora comprometida con la igualdad de género, también trabaja como voluntaria enseñando a estudiantes afganos que están excluidos de la escuela bajo el régimen actual. Su voluntariado nutre y fortalece su compromiso con causas políticas y sociales.
La traducción ha sido realizada por la Fuerza de Tarea Editorial de Magcondo.
Las opiniones expresadas por los autores no reflejan necesariamente la postura de Magcondo.
Referencias
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